11/12/83

"Nunca más volveremos a los Gobiernos militares" (11-12-1983)

Raúl Alfonsín, casado, con hijos y nietos, nacido hace 57 años junto a la laguna de Chascomus, en la provincia de Buenos Aires, abogado, presidente de la Unión Cívica Radical (UCR) y líder de su facción Renovación y Cambio, fue proclamado el pasado miércoles presidente electo de la República Argentina por la Asamblea de Diputados y Senadores y ayer tomó posesión de su cargo, El hombre que recibe a los jefes militares en zapatillas y se pone la corbata para entrevistarse con Adolfo Suárez, pide el regreso de los exiliados, recuerda que la regla de oro de los países civilizados es la supeditación del poder militar al civil, expresa su convicción de que el país no volverá nunca más a los regímenes militares, deja muy en claro que su Gobierno nunca aprobará la fabricación de la bomba atómica y promete que la justicia castigará a los protagonistas de la subversión y la represión, que no el genocidio de los desaparecidos no quedará impune.

Hay que entender que Raúl Alfonsín es algo más que el nuevo presidente democrático de la nación argentina. Desde hace 10 años, ha venido librando una trabajosa batalla dentro del radicalismo para regenerar sus orígenes y superar el desconcierto histórico que supuso la irrupción del peronismo en la vida política argentina. Con su movimiento interno Renovación y Cambio, pretendió que los radicales entendieran finalmente que el peronismo no era una maldición divina a cuenta de algún pecado original, sino la utilización inteligente de un proletariado industrial ignorado por el radicalismo primigenio.Es uno de los pocos políticos radicales que revelaron los acercamientos claudicantes del radicalismo hacia el peronismo y advirtieron claramente todos los aspectos herrumbrosos de uno y otro. Prácticamente desde la rendición argentina en las Malvinas, inició una campaña política extenuante, que le ha hecho recorrer varias veces su país. Derrotó a sus adversarios de la derecha de su partido, representados por el actual senador federal Fernando de la Rúa, sin lesionar por ello la unidad interna de los radicales. Tanto es así, que el propio De la Rúa, su más firme contrincante partidario, le sirvió posteriormente de telonero en los grandes mítines de la renovada UCR.

La campaña presidencial de Alfonsín fue ejemplar en su formato y tocó el corazón dolorido de los argentinos; mientras los peronistas alzaban los crespones de sus muertos ilustres y recordaban continuamente el pasado con triunfalismo, Raúl Alfonsín sacó de su baúl electoral las banderas regeneracionistas: la esperanza, la justicia y el futuro. Denunció abiertamente el pacto entre las Fuerzas Armadas y un sector mafioso de la dirección sindical peronista y prometió acabar de una vez por todas con el poder militar en Argentina.

Seguro de su victoria mucho antes del 30 de octubre, arrambló con cientos de miles de votos no radicales e incluso peronistas. Fuera de su partido logró captar los sufragios de muchos hijos de peronistas y de sus madres, que optaron por votar con sus hijos y con el futuro antes que por sus maridos y el pasado. Es un hombre reposado pero dotado de gran energía para el mitin-, que inspira confianza y credibilidad naturales. Carece de bienes de fortuna y permanece fiel a la vieja tradición radical de cumplir lo que se promete. Y viene desde hace meses prometiendo que en la República Argentina se van a acabar la corrupción, la inmoralidad, la prepotencia y la barbarie militar. Su mirada, sus gestos, las inflexiones de su voz son particularmente expresivos cuando alude al problema militar argentino. No hará ninguna concesión al principio de que él, como presidente, será el jefe de las Fuerzas Armadas. Hace pocos días fueron a visitarle a un retiro campestre los secretarios generales de las tres armas: los recibió vestido con una cazadora, en zapatillas y sin calcetines, y a ninguno le acompañó hasta la puerta. Media hora después, se vestía socialmente de pies a cabeza para recibir al ex presidente español Adolfo Suárez, a quien atendió con las mayores deferencias. Sus allegados señalan que fueron gestos deliberados.

En la mañana de su proclama a EL PAIS en el último piso de un hotel céntrico de Buenos Aires prácticamente ocupado por su Gobierno in péctore y en el que trabaja esperando su asunción del sábado. Pese a la maratón electoral, su aspecto es magnífico: ha nadado en la piscina del hotel y sonríe ante las dificultades que el todavía vigente Gobierno plantea a su petición de reforma de la ley de Ministerios, que eliminará los cargos de comandantes en jefe del Ejército de Tierra, la Armada y la Fuerza Aérea. "Es una resistencia mezquina e inútil", afirma: "el único jefe de las Fuerzas Armadas argentinas es el presidente de la nación, yo".

Pregunta. Señor presidente: ¿qué mensaje transmitirá usted a los hombres y mujeres del exilio argentino?

Respuesta. Que regresen a este país, y lo pido aun sabiendo que hay argentinos que ya han soportado hasta dos exilios; que tengan confianza en esta etapa de nuestra vida política; que sepan que no va a haber más problemas en Argentina y que los necesitamos aquí. Desde luego, no quiero dejar de recordar que lo que me parece inoportuno a este respecto es la intención de regresar que albergan algunos jefes de la guerrilla subversiva, aunque sé que han proclamado muy firmemente su decisión de actuar en el futuro de otra manera. Pienso que el pueblo argentino, sin distinción de credos políticos, estima que la contribución más importante que ahora pueden prestar es no regresar al país.
Todo lo contrario de la contribución que yo pido a decenas de miles de argentinos que, con su inteligencia y su preparación, están enriqueciendo a los países más desarrollados de la Tierra. A todos ellos tenemos que hacerlos regresar, pero no mediante estímulos materiales, sino convenciéndoles de que pueden llevar a cabo en su país el trabajo que ahora desarrollan brillantemente en beneficio de otros pueblos.

P. ¿Cuál es su reflexión sobre la decadencia argentina?

R. Está muy claro que los argentinos no vamos a ser considerados como un país de primera mientras no se cumpla la regla de oro de cualquier país civilizado, que reside en la supeditación de los poderes militares a los poderes institucionales. Creo, en consecuencia, que en buena medida nuestra decadencia obedece a que no se ha cumplido esta regla y a que hemos sido víctimas de un proceso que nos ha llevado fatalmente a una suerte de destrucción de nuestro propios valores. Cayó sobre este país una corrupción que ha hecho suponer que para nada sirve la actividad de cada uno fuera de para el medro personal, que para nada importa la actitud que pueda tenerse para con el propio país. Tan es así, que hemos estado al borde de la disgregación nacional. Y esto lo hemos observado a todos los niveles de la sociedad argentina. En consecuencia, se ha producido una tremenda falta de solidaridad. Nadie ha creído en nada, mientras distintos Gobiernos dictatoriales o militares han pretendido encontrar todas las soluciones. Y cada Gobierno militar que llegaba no hacía otra cosa que profundizar aún más en la crisis, llevándonos a una situación tan extrema, que se ha producido un envión del péndulo hacia el otro lado. Ahora tenemos que tomar las riendas de la situación. Yo creo que las tomamos. Yo creo que nunca, nunca más volveremos a los Gobiernos militares: ya nos hemos dado cuenta todos de que esto es la decadencia.

P. Pero en Argentina, más que en ningún otro país, han existido tras las Fuerzas Armadas poderosos intereses civiles.

R. Es el problema de la oligarquía, que para mí no es una clase social, sino un comportamiento, que entre nosotros se refugia preponderantemente en la especulación financiera y que hasta combate la producción. Antes era la oligarquía vacuna, en la época de la colonia, durante las guerras por la independencia. Ahora, aquella oligarquía de rastacueros que gastaban grandes fortunas en París degeneró en otra oligarquía de base financiera e inescrupulosa. Esto es difícil de entender en Europa, donde, a la postre, el poder financiero es responsable de algún proyecto de desarrollo capitalista que al menos procura un mejor desarrollo del país y existen partidos conservadores que impulsan esos proyectos. Esto no tiene reflejo en Argentina. Su única tabla de salvación es influir sobre los militares para ocupar el poder y convertirlos en un brazo armado de dominación social y económico. Esto es lo que nos ha venido sucediendo hasta ahora, y lo que se ha terminado para siempre en el país. Porque las propias Fuerzas Armadas han advertido que su propio prestigio requiere antes el prestigio de las instituciones de la República.

P. ¿Exigirá su Gobierno responsabilidades a las Fuerzas Armadas por el genocidio de los desaparecidos?

R. Todos lo verán la semana que viene. El lunes comprenderá la modificación sustancial que propongo en las fuerzas armadas. Fíjese en las leyes que voy a mandar al Congreso el lunes y el martes. No se fije tanto en lo que diga en el Congreso en mi mensaje a la nación, aunque vamos a reiterar nuestra posición, desde luego, sobre el tema de los derechos humanos. Nosotros hemos establecido tres niveles de responsalbilidad: quienes dieron las órdenes, quienes se limitaron a cumplirlas y quienes llegaron a excederse en el cumplimiento de dichas órdenes.

P. ¿Se apoya usted en la jurisprudencia francesa tras la batalla de Argel?

R. Me va a interesar conocer mejor la legislación francesa sobre este problema, aunque después de la designación del canciller Dante Caputo ya nos están diciendo que somos medio afrancesados. Conozco una suerte de amnistía que se produjo en Francia sobre militares responsables de excesos y que, entre otros, firmó Mitterrand. Mi posición es otra. Yo voy a llevar adelante un sistema más complicado, porque me voy a atener escrupulosamente a la legalidad actual. Entonces, yo voy a mandar procesar a unos generales al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, pero también mandaré una ley al Congreso donde abro un recurso ante la jurisdicción ordinaria. Porque mi compromiso no es con la justicia militar, exclusivamente, aunque ahora estoy obligado a seguir en ella. Entonces, yo ahora mando una ley para que exista una posibilidad de apelación de la justicia ordinaria sobre los tribunales militares. Esto, con respecto a las cúpulas militares, a quienes dieron las órdenes. Respecto a los oficiales, sólo concedo el recurso para aquellos que no cumplieron estrictamente sus órdenes o se excedieron en sus cometidos, para eliminar el desastre que se me produciría si me llevan a todos los tenientes, todos los capitanes, etcétera, y lo mismo vamos a hacer con los cabecillas de la subversión, y también se abrirán recursos de revisión para los condenados por los tribunales militares. La idea que yo tengo es terminar con esta pesadilla nacional sobre la base de la justicia, la verdad y la libertad, lo hemos dicho durante nuestra campaña. Y hay que exigir sus responsabilidades a los cabecillas de las dos partes, de la subversión y de la represión, y por abajo, a todos los que cometieron abusos y desmanes por su propia cuenta. Y manga ancha para tantos que se vieron desbordados por los acontecimientos o carecieron de valor moral para resistirlos.

P. Teniendo en cuenta que el Ejército permanece intacto en sus cuarteles, parece la solución más posibilista, pero no va a contentar probablemente a nadie.

R. Pienso designar una comisión investigadora que me asesore, donde quiero que estén desde monseñor Nevares a Adolfo Pérez Esquivel, pasando por dirigentes de todos los partidos políticos. Queremos que se sepa la verdad de lo ocurrido. Que aparezcan con vida habrá muy pocos. Sé que las madres piden tribunales populares o juicios por jurados. Yo sé lo que voy a hacer, y mi conciencia está tranquila. Sé que no voy a quedar bien con nadie, aunque estoy seguro de que la mayoría silenciosa estará de acuerdo conmigo. Los que tienen capacidad de movilización ' por un lado o por otro, se pondrán furiosos. Pero yo sé que voy a abrir una posibilidad de solución a este problema.

P. ¿Se dejarán juzgar las Fuerzas Armadas, siquiera sea selectivamente?

R. Lo soportarán, porque tendrán otras autoridades y porque además ellos mismos quieren otra cosa. Yo le aseguro a usted que vamos a prestigiar a las Fuerzas Armadas argentinas. Yo voy a trabajar personalmente por el prestigio de nuestros ejércitos. Estoy persuadido de que no tendremos problemas.

P. ¿Qué ayuda puede prestar España en estos momentos al pueblo argentino?

R. Es muy importante lo que puede hacer España. Los distintos políticos españoles, por sus contactos permanentes con sus colegas europeos, pueden procurar una solidaridad y una comprensión que en estos momentos son muy importantes para Argentina. Sobre todo, en dos aspectos: la refinanciación de la deuda externa -el 35% la tenemos con Europa- y la posibilidad de colocar más productos nuestros allá. No pienso en la posibilidad de cambiar la filosofía del Mercado Común, pienso que existen dificultades dentro de la propia CEE en el campo agropecuario, y problemas financieros muy agudos. Pero todavía creemos que Europa es algo más que un mercado. España también puede cooperar muy positivamente en la relación económica bilateral, en temas de cultura, en la ayuda al regreso de nuestros exiliados.

P. ¿Qué opinión le merece la presencia de pesqueros españoles en la zona británica de exclusión en torno a las Malvinas?

R. Es algo muy delicado para nosotros. Esto es algo que nos abre un agujero muy grande. No tengo dudas de que el presidente González tiene que estar hondamente preocupado por este asunto. Aquí es donde ahora nos es precisa la solidaridad de las democracias del mundo, porque esto es un hecho muy grave para nosotros y para toda América Latina. E muy grave consolidar una gran base militar en el Atlántico sur.

P. ¿"Se plantea su Gobierno la posibilidad de una paz con el Reino Unido?

R. Eso depende más del Remo Unido que de nosotros. Estamos preocupados porque existe la intención de ubicar el problema de las Malvinas, por parte del ministro británico de Defensa, dentro del conflicto Este-Oeste y como una posibilidad de apoyo estratégico a la OTAN. Esto es realmente absurdo.

P. Tras su autosuficiencia en uranio enriquecido, ¿fabricará su Gobierno una bomba atómica?

R. Estamos absolutamente resueltos a que el desarrollo tecnológico y científico argentino en materia nuclear se vincule exclusivamente a finalidades pacíficas. Un Gobierno presidido por mí jamás fabricará armamento nuclear ni contribuirá a la nuclearización del subcontinente.

P. ¿Confía en un rápido entendimiento con Chile sobre el canal de Beagle?

R. En poco tiempo podremos darle una buena noticia al mundo, porque resolver pacíficamente este problema con Chile será una tranquilidad para todos. Y además, es intolerable que se desarrolle una carrera armamentista en países que aún no hemos solucionado el problema del hambre de nuestros pueblos. Hay que terminar con esta inmoralidad.

P.¿Cree, señor presidente, que la Administración Reagan será comprensiva con los problemas económicos argentinos?

R. Al menos, la banca estadounidense estará obligada a ser comprensiva. Nosotros somos buenos deudores, porque queremos pagar nuestras deudas. Pero no podremos hacerlo si nos cobran con usura o si pretenden imponemos recetas económicas recesivas. No vamos a pagar más allá de nuestras exportaciones. Y dadas las características de mi país, no creo que tengamos problemas para una adecuada refinanciación de nuestras deudas.

P. ¿Sería usted proclive a la creación de un club de deudores en América Latina?

R. Todos hemos de ayudarnos para no ser víctimas de una de las manifestaciones más groseras del imperialismo, que es la sumisión económica. Pero creo que, tal como están las cosas, no se puede hablar de un club de deudores, porque todos los países están interesados en soluciones indepen

P. ¿Cree que el pueblo argentino soportará la inevitable disciplina económica que se avecina?

R. Estamos persuadidos de que, por encima de todo, aquí empieza una etapa nueva, realmente distinta. El problema más grande que vamos a tener es el de manejar las expectativas. Cuando nos encontramos con una situación tan dura como la nuestra no estamos en condiciones de poner en el bolsillo del trabajador todo lo que quisiéramos. Pero el pueblo argentino va a advertir de inmediato algo que es fundamental en mi criterio, y es un sentido de justicia presidiendo la acción del Gobierno. Y daremos una respuesta in mediata a los requerimientos ele mentales de la justicia social, aun que no podamos solucionar todos los problemas de inmediato. Tenemos una inflación, que usted conoce, que es galopante, que calculamos que en noviembre estuvo por el 20% o por el 22% y que acabaremos el año en un 400% o en un 600%. si proyectamos este mes. Es una tarea hercúlea la que tenemos por delante.

P. ¿Qué líneas maestras trazará para salir de este pozo?

R. Vamos a combatir la inflación y la recesión. Usted dirá que son metodologías enfrentadas y que para combatir la inflación hay que ir a la recesión. Nosotros vamos a probar otra cosa. Tenemos el 13% del producto nacional bruto de déficit presupuestario y queremos dejarlo en un 5%. Esto supone recortes presupuestarios muy duros. Y van a ser muy duros para las Fuerzas Armadas. Pero van a colaborar, porque desde el 30 de octubre ya son nuestras Fuerzas Armadas. Vamos a introducir cambios importantes en nuestro sistema impositivo, que es uno de los más regresivos de la Tierra y que recae fundamentalmente en los consumos populares. Aumentaremos, con un sentido de justicia distributiva, la presión tributaria, pero sin exageraciones, que también serían regresivas. Y potenciaremos la producción industrial reformando la política crediticia para acabar con esta historia de que sean las finanzas las destinatarias casi exclusivas de todos los esfuerzos del trabajo y la producción. Mejoraremos nuestra protección arancelaria y elevaremos el consumo básico con un salario mínimo vital móvil.

P. Señor presidente, muchos de sus compatriotas estiman que su trabajo desde la Casa Rosada será inútil mientras la plaza de Mayo se la ocupen los sindicatos peronistas.

R. Vamos a tener problemas, desde luego, pero estarán vinculados a los problemas económicos y profesionales de los trabajado res. Nosotros vamos a propiciar un ordenamiento sindical que permitirá la democratización de los sindicatos, y cuando los sindicatos sean democráticos, pelearán contra mi Gobierno, pero aceptando la arena de la discusión legítima y leal. Será el desorden de superficie de toda democracia.

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