En los aledaños de Madrid un grupo de hombres divorciados,
expulsados de sus casas, pagando la hipoteca y la manutención de los hijos,
compraron de consumo un predio, engancharon la luz, y allí siguen viviendo en
auto caravanas. Ya se sabe que el matrimonio es como una fortaleza
sitiada donde quienes
están dentro quieren salir mientras los que están fuera desean entrar.
Lo malo es que el abandono del castillo
es oneroso. Escribía José Hernández en su
“Martin Fierro “ que no hay que fiarse de lágrimas de mujer ni cojera de
perro. Y tampoco de las estadísticas, podría añadirse, pero las recientes nos
dicen que en los tres años las
separaciones de parejas han caído
en un 27%, de lo que se puede inferir que la crisis ha metido el hocico entre
las sábanas y hay un porcentaje
sustancial de malcasados se disputan el cuarto de baño. Parejas de
dineros contados provocaran escenas para
Arniches o Zola. ¡ Qué fascinante
antropología social podría hacerse sobre éste colectivo estrangulado por una
economía de improvisaciones y condenada a rozarse las caderas en los
pasillos cuando el amor y hasta el
respeto se han evaporado!. Algo de la violencia doméstica vendrá de los “ pisos compartidos “ que
precisamente no son la mansión de “La guerra de los Roses”. En esta España solo
pueden divorciarse “ los de posibles “ mientras los menestrales han de dormir
en el sofá con un ojo abierto. No veo otra solución que las auto caravanas de solteros.
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