Hace años nos reunimos en
un piso el ex Presidente Raúl
Alfonsín, quien fuera su Secretario de
Estado en Cultura, el Presidente del
Club de Roma, Ricardo Díaz Hochleiner , y la médico que vive conmigo, para hablar “ de bueyes perdidos “ como los gauchos en las pampas. Alfonsín, que regresaba de Harvard, comentaba sorprendido que, tras
el derrumbe de las dictaduras militares
iberoamericanas, los politólogos
estadounidenses esperaban un inminente
cuartelazo en Caracas. Tomamos a broma a los cabezas de huevo americanos y recordamos que es
posible que una dama padezca cáncer de
próstata que un militar venezolano muera en combate. Ninguno sabíamos de Hugo Chávez, un teniente coronel
paracaidista que rumiaba su rencor
social. Meses después nos sorprendió la
agudeza de los profesores de Harvard, o de la CIA. Chávez no existiría sin el
socialdemócrata y mentor de Felipe González, Carlos Andrés Pérez, quién sumió a Venezuela en la más abyecta corrupción hasta llegar al crimen de estado. Chávez después
de once años de desorden legal puede hoy
asegurarse a garrotazos las elecciones de 2012, vendiendo baratos
electrodomésticos chinos, pese al
racionamiento o las “Tarjetas del buen vivir “. Su espejo no es Cuba, China, o
a la URSS sino al general Perón, quién
ganó sus elecciones con los
sindicalistas, tiroteando a los opositores o acumulando pescado podrido a las
puertas del “Jockey Club “. Chávez tiene muy mala suerte con las mujeres y le
falta una Eva Duarte, que, contra lo que se afirma en la tele rosa a cuenta del
ectoplasma de Belén Estaba, nunca fue Presidenta, ni siquiera diputada.
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