El Presidente Teodoro Rooselvet aconsejaba hablar tranquilo con un
buen garrote en la mano. Parece el lema de nuestros principales sindicalistas
que han largado el ancla en el siglo XIX cuando no permanecen enrredados
en los primeros telares de Manchester y en las lagrimeantes obras de Charles Dickens sobre la infancia
explotada. No sé si Cándido Méndez y Fernández Toxo sabrán que en el Reino
Unido hubieran sido detenidos, encarcelados y procesados. Tendrán a los
ingleses por fascistas. Dos horas antes de iniciar la huelga general, los
piquetes ya habían colapsado Mercamadrid, gran estómago del centro de España.
Han exportado el modelo y en la Argentina
”los piqueteros” son un sindicato-bis, un partido de la porra a sueldo de quién
los contrate. Apellidarse de “informativos” es una burla hipócrita en los tiempos
de hiperinformación de las
masas; son amedrentadores con estaca y silicona. Uno de los
problemas de éste sindicalismo es
semántico porqué confunden al
oportunista esquirol que se presta al trabajo de otro con el trabajador que quiere hacer el suyo. Los franceses están
haciendo huelgas generales cada semana
sin que se les confunda con los homínidos de Atapuerca y se contentan con
desfilar por las calles de París, que no
es poco. Cuando después de treinta años aprobemos una Ley de Huelga
desaparecerán los piquetes y los
servicios mínimos. Resulta que quién quiere
holgar no puede estar en una
lista mínima y el que desea trabajar ha
de luchar contra un transporte esquilmado. Unos al trabajo y otros a la huelga,
pero siempre con una libertad inidivisible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario