Cuanto mayor es el poder tanto mayor es el abuso. En sus
“Pensamientos” León Tolstoi escribía que para conquistar el poder se necesita
amarlo. Ahora bien, la ambición no anda de acuerdo con la bondad, sino
solamente con el engaño y con la violencia. Por ello no son los mejores, sino
los peores, los que siempre disfrutaron y siguen disfrutando el poder. El
resumen de estas reflexiones es que el secreto de toda fuerza consiste en saber
que los demás son más cobardes que nosotros. En una sociedad que recela de
la ingerencia del Estado todos los republicanos estarían en
el Tea Party si al Presidente Obama se le hubiera ocurrido depositar en una
misma persona la Seguridad Nacional, la CIA, el FBI y la jefatura de su
Gabinete. Nosotros, con desgana y de tarde en tarde, añoramos la división de
poderes de Montesquie, Barón de
Secondat, enterrado por Alfonso Guerra. Rubalcaba replicó a un magistrado:”Mi
ventaja es que yo sé todo sobre todos”:
Es peligrosamente verdad: Vicepresidente político y chef de la cocina, ministro
de Interior y con la Policía, la Guardia Civil y los servicios secretos a su
servicio. Ni Fouché acumuló tantas
palancas de coacción. César Borgia pedía hombres delgados que no comieran, ni
bebieran ni durmieran; se perdió a
Rubalcaba. El Gran Hermano que nos observa sin parpadear desde todos los
ángulos no es Mercedes Milá sino éste sacerdote de la trapacería,
el engaño y las cloacas del
Estado que defendía Felipe González.
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