Encargados de cristianar
las Filipinas, los jesuitas hicieron dos cosas contradictorias: evangelizar en
tagalo y llevarse copia de los archivos civiles para repartir apellidos
españoles a los bautizados como quien riega geranios. El resultado es que los
filipinos García, Rodríguez o Martínez son mayoritariamente católicos pero pese
a sus patronímicos balbucean español y cunde, lógicamente, el idioma nativo y
el inglés. Esta genialidad de introducir la discordia entre los progenitores A
y B sobre la nominación de la criatura podría también llevarse hasta sus
últimas consecuencias y que cada uno se llame como le dé la gana, como los SJ
en el archipiélago asiático. ¿Qué impedimento me prohíbe adoptar el apellido de
mi esposa? Los Scaglione son una distinguida familia de la mafia de Corleone y
yo ganaría en respeto y alcurnia. El orden de los apellidos de los hijos estaba
resuelto, pero ya se sabe que algunos políticos creen que gobernar consiste en
introducir problemas donde reina la normalidad. La otra vuelta de tuerca de
Henry James, con muertos que aparecen innecesariamente en el templete del centro
del lago. El libro de familia ya tiene fecha de caducidad, y ahora Hacienda y
la Policía habrán de multiplicar su burocracia para seguirle la pista a las
identidades cruzadas. ¿Que esto es constitucional? Mucho han tardado en
enterarse. Es el aprendiz de brujo haciendo ingeniería social en sus redomas.
No se trata de una cortina de humo como supone el PP: es un propósito.
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