25/11/10

LA EUROPA DE FELIPE GONZALEZ (25-11-2010)

En una cena Alberto Ruíz-Gallardón, alcalde de Madrid expuso una suave critica sobre Felipe González:” Si le escuchas como orador te envuelve, te convence, pero al día siguiente lees su discurso escrito y compruebas que no ha dicho absolutamente nada”. Es cierto y propio del liderazgo de Felipe en la oposición y en el Gobierno hasta que periclitó su carisma. No otra cosa ha ocurrido con el Presidente Obama, crecido sobre discursos evanescentes y estrellado contra una tangible taza de té. He sido seguidor de Felipe y amigo sincero y desinteresado, pero reconozco en su último libro “Mi idea de Europa”, publicado por “RBA”, la advertencia de Gallardón. Si lo lees en voz alta y con énfasis brilla el estadista de altos vuelos, pero si te adentras en su lectura en silencio te das cuenta que FG hace equilibrios sobre el alambre apenas sugiriendo propuestas concretas para esta Europa  en la encrucijada. Quizá la culpa sea del formato porque el volumen es un cajón de sastre en el que se recuperan textos añosos, discursos, debates y reflexiones sueltas de los últimos quince años, lo que daña la cohesión y hasta la coherencia. Pero no en balde el autor, a más de gobernar España durante casi 14 años, es un europeísta con mando en plaza. Ingresó España en la UE por más que le dejaron hecho el trabajo sus antecesores, Premio Carlomagno, preside por unanimidad el Comité de Sabios del grupo de reflexión sobre el futuro de la Unión Europea, y no es Presidente de la UE porque declinó el ofrecimiento.

Cierto pesimismo conecta con las preocupantes noticias de estos años: “Albergo muchas dudas de que Europa tenga conciencia de su propia y dulce decadencia. Ni siquiera Alemania posee talla suficiente para competir con los macroconjuntos que se están creando en el mundo. El liderazgo europeo cree que Europa nunca fue tan influyente como ahora, pero en mi opinión Europa está perdiendo relevancia  para sus ciudadanos y para el mundo”. Es más que realismo; es tristeza maligna, precisamente tras Irlanda y el derrumbe de nuestros bonos. Es muy sincero escribiendo del empleo y el Presidente Zapatero debiera leerle: “Recibí una amarga lección en la primera legislatura cuando prometí crear ochocientos mil puestos de trabajo y al finalizarla se habían destruido otros tantos. En la realidad el empleo lo crean los empleadores, los empresarios, y no los programas electorales”. Olvida FG que en 1983 nadie creía en los famosos ochocientos mil y podían haber ofertado dos millones porque solo se trataba de un demagógico cohete electorero. Rechaza los convenios colectivos sectoriales y reclama, como la gran patronal, vincular el salario a la productividad por hora de trabajo. Pareciera que acaba de ver “Tiempos Modernos” de Charlie Chaplin. “Si alguien decide, y puede, trabajar mil cuatrocientas horas al año, la productividad por hora será su jornal y su Seguridad Social”. Eso se aproxima al estajanovismo, y Estajanov murió de agotamiento.

La energía le ocupa muchas páginas. Propone enlazar por los Pirineos con el gas de Siberia, liberándonos  del monopolio argelino. FG, atendiendo a los votos ecologistas y a la izquierda verde, decretó nuestra moratoria nuclear para comprar a Francia energía de origen atómico. Hoy se desdice dulcemente: “Sarkozy y Gordon Brown fomentaron las nucleares ante la crisis energética. Esta es una reflexión que tarde o temprano habrá de hacerse, porque uno puede ser antinuclear de la frontera para acá pero no podrá serlo más allá de la linde con Francia”. Somos sabios a fuer de equivocarnos pero es de lamentar que FG no pensara así en la década de los ochenta. Incluso hoy parece ignorar que los principales popes del ecologismo estadounidense aceptan la energía nuclear ante estadísticas apocalípticas: EE.UU, la UE y Japón consumen más de 50% de la energía. En pocos años China devorará el 25% de la producción mundial, y no se cuentan India, África o Iberoamérica. Pese a la energía alternativa, el siglo acabará con más plantas atómicas o nos alumbraremos con cirios. Interpreto un párrafo sobre el futuro de la Internacional Socialista, que califica de “Tribu ideológica”, como mensaje subliminal a Zapatero: “Una política europea exige que los socialdemócratas recuperen la fuerza de las ideas, no la fuerza de las ideologías. Conozco a mucha gente que tiene un discurso ideológico como protección, como escudo que oculta la desnudez de ideas. Es necesario un verdadero debate sobre una realidad nueva, radicalmente distinta a la anterior, con propuestas nuevas”. Solo por esto merece la pena el libro de este viejo amigo que, pese a todo, sigo apreciando. 

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