Es un error capital que políticos, magistrados, y periodistas
traben amistad. Algunos de los
panegíricos más irreflexivos sobre Felipe González y Baltasar Garzón los
he escrito yo. El juez estrella caía alguna vez por mi casa sin avisar,
aparejábamos unos huevos fritos y me preguntaba por un grupo de tareas (guerra
sucia) organizado por el que fuera Presidente de Venezuela, Car los Andrés
Pérez, mentor de Felipe, antólogo de la corrupción socialdemócrata
iberoamericana y posible inspirador de
los GAL. Como dicen en el Cono Sur siempre quedábamos como turco en la neblina:
desorientación total. Años antes, durante,
la campaña electoral de 1982, González y yo nos encerramos en su
habitación del hotel “Ercilla” de Bilbao, sin testigos, para hablar de bueyes
perdidos. Pendiente de un mitin en el velódromo de Anoeta salió ETA a colación.
El caballo ganador me pidió que apagara
el magnetófono y me preguntó:” ¿Y a ti que te parece si los matamos?”. Pregunta
envenenada de la que salí como pude elucubrando sobre
los “Barbouzes”(la mafia de Marsella) asesinando a los alzados de la
OAS, sólo posible con un estado fuerte regido por De Gaulle. Felipe arrasó en
las elecciones y yo me marché a Sudamérica por años. Comparado con su sucesor
Felipe fue un titán político y un moderado pragmático al que sólo se le derramó
el cacharro de la corrupción del dinero y la sangre. Mister X no debería
remover aquellos posos, pero ya se sabe que el cartero siempre llama dos veces.
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