La Administración de
Antigüedades egipcia destaca como “ gesto maravilloso ” que el Museo
Metropolitano de Nueva York restituya el próximo año 19 tesoros del
enterramiento de Tutankamón, hito de la arqueología del siglo XX. De nada. Es
otro jeroglífico por qué los salteadores de tumbas sólo la violaron dos veces
dejándola casi intacta; los verdaderos saqueadores usaban bombín y fueron el
acaudalado aristócrata británico Lord Carnarvon, el hábil dibujante inglés Howard Carter y los responsables del
Museo neoyorquino que oficiaban de cofinanciadores . A comienzos de la pasada centuria el Valle de los Reyes era un caos que se
creía extinguido. El Reino Unido sostenía en Egipto un gobierno colonial títere
y Francia se reservaba la egiptología. A la postre exhumaron a Tutankamón un ejército de ladrones con los dineros de
Carnarvon y del Metropolitan y la presión del Departamento de Estado en
Washington que tejía acuerdos secretos con los excavadores. No hubo
romanticismo y sí publicidad y ánimo de
lucro. A EEUU se enviaron piezas sin catalogar en las cajas de vino del Lord.
Carter se hizo rico y los tres volúmenes
sobre su descubrimiento están
maquillados de mentiras y omisiones. Nadie sabe quién fue Tutankamón; murió a
los 19 años hacia el 3.500 a.de c. y quizás fuera hijo de Akinetón quién implantó el monoteísmo. Hasta la maldición
del Faraón fue mercadotecnia: no hubo redo- mas con venenos volátiles y .los excavadores muertos lo fueron por causas naturales. Los
secretos están en las bóvedas fuertes del Metropolitano.
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