Nuestros días políticos son
de caucho y se estiran perezosamente entre los rigodones del Presidente, ETA y
Batasuna, y los estacazos al PP para entretener al público del guiñol. Vamos a
lo serio. Hace demasiados años leí el código de conducta de los estudiantes de
Berkeley. Sobre escarceos amorosos estipulaba que el chico debía pedir permiso
para desabrochar el primer botón de la blusa. En caso afirmativo habría de
hacer lo mismo para desalojar el segundo, y así hasta desvestir la prenda
mágica. Supongo que al llegar al último botón los contendientes carecerían ya
de la más pequeña brizna de lujuria. Nacía así lo políticamente correcto, padre
putativo del “Tea Party”.
Esta infusión recuerda la
equivoca obra teatral “Té y simpatía”, porque no es todo lo que parece y se
suman peras con manzanas. Su líder, Christine O´Donnell, empujada por Sarah
Palin, no ha llegado al Senado, y aunque pese a su improvisación ha logrado un
éxito en las legislativas parciales estadounidenses, este movimiento en el que
“los soldados mandan a los generales” será efímero aunque van a tocar el tambor
hasta las próximas presidenciales. El partido republicano no se puede permitir
una escisión. Bush Jr. que ha desaparecido y no da ni conferencias, no terminó
aborrecido por la innecesaria guerra de Irak (Bin Laden y Saddam Hussein eran
lo que el agua al aceite), sino porque estaba desguazando la clase media, y eso
cuando la crisis no había salido de su huevo. El té moralista que llega a negar la evolución de las especies, que
acepta el Vaticano, es fuego de artificio. En el medio-oeste americano siempre
persistirá ese “cinturón de la Biblia”
donde leen el libro sagrado sin acotaciones y literalmente. Pero la causa de la
bronca del té es la economía domestica, las hipotecas y un 10% de paro. Los
estadounidenses sacan la bandera hasta para orinar, pero tienen una histórica
desconfianza hacia las injerencias en sus vidas del Gobierno Federal y los
Estados. El poso de este té no es la ultraderecha que parece, sino la exigencia
de menores impuestos a cambio de menos gastos de la Administración. Queda el
puritanismo de los peregrinos del “Mayflower” pero pesa más la rebelión contra
los ingleses por los impuestos al té.
Obama tiene el Senado y el
derecho de veto, pero haber perdido la Cámara de Representantes le obliga a
negociar cotidianamente o vivir dos años de gresca que envilecerían una segunda
candidatura. Admirable su aceptación de la derrota como una paliza y su
aspiración de que el elefante y el burro trabajen juntos. En América muchas
repúblicas cambian la mitad del legislativo mediado el mandato presidencial,
instrumento utilísimo para tomarles la temperatura a los votantes. El
Presidente Zapatero no tiene parciales, ni las quiere anticipadas, pero también
recibe una paliza en todas las encuestas. Dicen que ZP admira a Obama; que
imite al menos su realismo y sinceridad. Té, mucho té.
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