José Luis Gutiérrez, a la sazón director
de “Diario 16”, me convidó a cenar en un reservado con el entonces ministro del
Interior José Luis Corcuera, para limar asperezas. Casi nos atacamos con las
limas. En el calor de aquella noche elevamos indecorosamente las voces, y los
camareros entraban con pretextos convencidos que estábamos en reyerta rompiendo
la vajilla. Intentando hacer de abogado del diablo pregunté al ministro:”¿Por
qué habéis encargado ésta chapuza a ratas de alcantarilla?”. Corcuera replicó:”A
ver si te crees que estas cosas se hacen con catedráticos de Filosofía?”. Ante
aquella embozada confesión de parte
calamos el chapeo, requerimos las espadas, fuimos y no hubo nada, para reposo
de los restauradores. La seducción de Felipe González, mucho más peligrosa que
la inocente de Adolfo Suárez, siempre pareció la de Jano y su doble faz o la de
un bipolar. La muerte de Franco la vivió velando con sus íntimos en su pisito
madrileño de Pez Volador. Le alcanzaron una copa de champán y él la rechazó:” No seré yo quien brinde por
la muerte de un español “. Le pregunté que era el cambio que
preconizaba:”Devolver a los españoles el orgullo de serlo”. Aznar o Rajoy podían haber dicho lo mismo, pero en otra
ocasión ya había requerido mi opinión
sobre asesinar a los etarras.
¿A qué vienen a estas
alturas las declaraciones de Felipe González sobre la guerra sucia contra ETA
plagadas de contradicciones, en las que confunde detención con secuestro y
arroja sombras infames sobre el ya fallecido Segundo Marey?. Al Gobierno este
ataque de moral tardía no le beneficia, y menos a Rubalcaba, gran silenciador
de aquellos crímenes. Los que fueron procesados y condenados ya están en sus
casas y creo que solo Julian Sancristóbal, Jefe de la Policía, devolvió su
malversación de fondos reservados. ¿Cortina de humo para que nos distraigamos
de los problemas reales del país?. Como solía decir el propio González ante
otros escándalos: “Esto solo dura tres telediarios”. Su decisión de no
dinamitar la cúpula de ETA le ennoblece, pero las dudas que mantiene denotan
una conciencia agujereada.
Que Felipe era la X del
juez Garzón se cantaba en las coplas de ciego. Su dilema es más amplio que el
asesinato de una dirección etarra que hubiera sido sustituida al día siguiente
con poco daño operativo: es la chapuza de los GAL, un sicariato de sangre y
dinero con unos 29 asesinatos equivocados o terroríficos. El secuestrado Marey
se salvó in extremis tras el calvario de esperar el tiro en la nuca, y le daban
de comer fabada “Litoral” que según su publicidad “Está de muerte”. García
Goena era un exiliado en Bayona por no hacer el servicio militar, y nada tenía
que ver con el nacionalismo vasco. Como Interior estaba dejando de pagar a los
verdugos, le pusieron una lapa bajo el coche para hacer recordar que seguían
trabajando y precisaban la nómina. El juez Javier Gómez de Liaño me contaba que
a Lasa y Zabala les torturaron hasta arrancarles las uñas, cavaron sus fosas, y
les negaron confesión. En tanto, en un restaurante de Torrelodones, Corcuera
distribuía sobresueldos a los mandos de Interior. No es de extrañar que su sucesor, el bueno de Antonio Asunción,
abandonara el cargo en cuanto comenzó a abrir cajones. Cuando José María Aznar
obtuvo la mayoría absoluta se negó a desclasificar estos secretos en pro de la
estabilidad del Estado. Nunca se lo agradecieron porque dime lo que me debes y
te diré lo que me odias. Solo me queda una explicación de la entrevista: un
muro de contención por si alguien (¿Amedo?) pone papeles encima de la mesa.
Pero de crisis moral, nada. Que Felipe se busque otro Jordan.
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